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ESOS SPEAKERS QUE DAN QUE HABLAR…

Los organizadores saben lo importante que es el contenido en el diseño de un programa, pero de igual trascendencia es la forma en que éste se comunica. Que los asistentes no desconecten es todo un reto, más cuando se incluyen charlas destinadas a amenizar un evento. Conseguir que quien habla marque a quien escuche es posible.

Por Cristina Cunchillos

Los ponentes son parte esencial de cualquier conferencia, feria o congreso y pueden marcar la diferencia entre un evento de éxito o un completo desastre. Los oradores tienen el poder de inspirar o motivar a quienes les escuchan, pueden hacerles pensar o reaccionar, entretenerles y hacerles reír… o hacer llorar.

Afortunadamente, cada vez quedan más lejos en el pasado las largas presentaciones en Powerpoint en las que el ponen te apenas levantaba la vista de sus notas y se limitaba a aportar datos novedosos cuando se trataba de dejar huella en las conciencias. Y esto es así incluso entre los académicos que acuden a los congresos con la única intención de presentar sus últimos trabajos.

Los ponentes como atractivo

En muchos eventos no académicos, incluso como con tenido complementario a los mismos,  es cada vez más común recurrir a speakers profesionales que en muchas ocasiones ni siquiera tienen relación con el sector que respalda el acto. Se trata de profesionales con capacidad de transmitir valores, despertar la creatividad, estimular a los asistentes o, simplemente, compartir experiencias extrapolables a cualquier temática y de las que se puedan extraer lecciones de vida.

Un explorador que cuente en primera persona sus peripecias y dificultades en su intento por llegar al Polo Norte hará pensar al público sobre la importancia de tener un objetivo claro y la actitud que permite sortear las diferentes adversidades.

Existen numerosas agencias que ofrecen planteles de conferenciantes de prestigio y éste se ha convertido en un negocio muy lucrativo, no sólo para profesores o autores expertos en determinados temas sino también para personalidades del mundo de la televisión, el deporte o incluso la política. Expresidentes como Bill Clinton tienen una agenda repleta de compromisos. Pero el coste de con tratar a ponentes de su perfil probablemente quede fuera de muchos presupuestos.

Líderes ¿o charlatanes?

El riesgo de contratar a un orador ajeno al universo del evento es que su discurso se centre excesivamente en su propio mundo, incluso en los ejemplos o el lenguaje utilizado, o que parezca estar más interesado en vender “su libro” que en establecer un diálogo con el público. No hay nada peor que un resultado que apunte a comentarios del tipo de “¿por qué esta charla?”.

Cuando se trata de ponentes relacionados con la temática del evento y se trata de definir los retos o presentar tendencias, es vital que el ponente sepa demostrar su experiencia en el campo. En estos casos, el contenido educacional importa más que el aspiracional. Otra consecuencia pésima es que el asistente termine con la sensación de no haber aprendido nada. A veces se busca la controversia: un orador que se atreve a decir cosas con las que el público no está de acuerdo puede ser un buen vehículo para hacer reaccionar al auditorio. Es bueno provocar, y generar debate, siempre y cuan do el intercambio de opiniones se produzca sin faltas de respeto. Para eso el orador debe tener muy claro quién le está escuchando y qué pue de condicionar sus oídos.

Coherencia con los asistentes

A la hora de seleccionar los ponentes, sobre todo cuando se trata de amenizar o enriquecer un evento con visiones externas, conviene no perder de vista el programa en su totalidad. No sólo el contenido cuenta: oradores con diversos estilos de presentación, experiencia o procedencia nutren y aportan variedad.

Independientemente de lo que se diga y cómo se diga, es de vital importancia que el orador sea capaz de conectar con la audiencia. Por eso es imperativo tener en cuenta el perfil de los asistentes y aspectos tan relevantes como la edad media. Una estrella de televisión de los años 70 no tendrá el mismo impacto en un público compuesto por millennials. Es igual de problemático a la inversa, y por eso tan difícil acertar cuando el público está marcado por las diferencias generacionales.

La interacción: imprescindible

Una buena presentación es aquélla que no sólo consigue llegar al público, sino también su interacción. La tecnología permite mantener un debate simultáneo a la presentación de ideas en redes sociales o aplicaciones específicas del evento.

Que los asistentes expresen sus opiniones y hagan preguntas no sólo depende de su capacidad para interactuar con el tema, también de que el speaker les incite a participar. Se trata de establecer una conversación y no un simple discurso unidireccional: un orador que sólo habla corre el riesgo de perder rápidamente la atención de quien le escucha. Y ésta es muy difícil de recuperar una vez que se ha escapado.

Además de la empatía, la cercanía del ponente es igualmente importante. Alguien que desaparece tras el telón nada más terminar su discurso dejará peor sabor de boca que quien se presta al contacto con los asistentes, que les permita acercarse al final, por qué no a expresar alguna duda que haya quedado pendiente… o hacerse un selfie.

No existe el orador perfecto y puede haber miles de posibles conferenciantes según el tipo de evento, del perfil de la audiencia y, sobre todo, de los objetivos que el organizador quiera alcanzar. Un buen speaker dejará un recuerdo imborrable en el público: la prueba será que lo que haya hablado generará  de qué hablar.

¿Qué es lo más demandado a la hora de contratar un speaker para un evento?

Lo que nos piden en México, que es donde trabajamos, es motivación en el 70% de los casos, ya que a menudo se trata de eventos para los equipos de ventas de una empresa. Los clientes suelen buscar un orador que tenga una historia personal de éxito que contar, algo que motive a los asistentes y les transmita el mensaje que quieren escuchar: que sí se pueden hacer muchas cosas, independientemente de las condiciones más adversas.

¿Qué define a un buen orador?

Depende un poco de la situación, pero en general hay dos características clave que definen a un buen speaker. Lo primero, debe tener empatía con el público a la hora de presentar aquello que quiere contar. Y, en segundo lugar, conviene que tenga la capacidad de hacer una presentación lúdica y motivadora, preferiblemente con apoyo de diferentes gráficos, imágenes divertidas, vídeos, etc…, para hacer la sesión más entretenida y, en consecuencia, captar la atención más tiempo. También debe ser capaz de transmitir el mensaje que la empresa quiere comunicar con total transparencia, al mismo tiempo que con educación.

¿Qué se debe considerar a la hora de elegir un speaker?

Nosotros trabajamos con el cliente para establecer exactamente qué es lo que quiere antes de proponerle candidatos para que él pueda seleccionar aquél que se adapta más a sus necesidades. Por un lado, la empresa contratante debe decidir qué es lo que espera que ese conferenciante le aporte al público, si quiere que les motive, que inspire el trabajo en equipo, que transmita su conocimiento en un campo determinado… en definitiva, qué es lo que quiere que la gente diga al salir del evento.

En segundo lugar, debemos saber qué presupuesto le puede asignar a contar con un speaker externo. Por término medio el coste de un buen orador está en torno al 3% del valor total del evento. Por último, debe pensar en el perfil de los asistentes, es el único modo de poder elegir a quien pueda aportar una empatía natural.

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