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LUJO ¿PARA TODOS?

Volar en jet privado solía ser privilegio de famosos, políticos y magnates, pero gracias a la evolución del producto y la introducción de opciones más flexibles, cada vez más empresas disfrutan de las ventajas de un tipo de transporte que conlleva muchos beneficios, además de exclusividad.

Por Cristina Cunchillos

En una economía global, volar es parte del día a día para millones de profesionales de la industria MICE. Pero también puede ser su mayor pesadilla. El estrés del aeropuerto suele protagonizar muchos malos sueños: largas colas en los controles de seguridad, terminales abarrotadas donde no hay un lugar tranquilo para trabajar, mala cobertura wi-fi o escasez de puntos para cargar los dispositivos… hacen que la experiencia no siempre sea grata, ni siquiera en salones VIP a veces con demasiada afluencia.

Los tiempos de viaje en tierra, no sólo hacia el aeropuerto sino también hacia la puerta de embarque en las grandes terminales, contribuyen a restarle productividad al viaje, sobre todo teniendo en cuenta el tiempo de antelación necesario para embarcar. Y qué decir de la facturación de equipaje en bodega. Sin ni siquiera haber volado, se añade la posibilidad de retrasos.

Una experiencia incomparable

Si bien la introducción de nuevas tecnologías, como los controles biométricos en los aeropuertos o el fast track en los controles de seguridad, constituyen un paso adelante para reducir el estrés de la experiencia, nada se puede comparar con la comodidad de volar en un jet privado empezando por el hecho de que el pasajero sólo necesita llegar con minutos de antelación al despegue. Una vez a bordo del avión, dispondrá de un espacio personal para trabajar, relajarse o incluso mantener una reunión. Además, los reactores más pequeños pueden aterrizar en un mayor número de aeropuertos y aeródromos, cuya ubicación suele resultar por lo general más conveniente por su cercanía a los centros de las ciudades.

Además, no hay colas en los controles de seguridad ni esperas en el momento de recoger el equipaje. En resumidas cuentas, el viajero de negocios apenas verá interrumpido su día… ni sentirá cómo se eleva su nivel de ansiedad.

¿Un lujo accesible?

Tradicionalmente, volar en jet privado ha sido un privilegio exclusivo de las élites y, sobre todo en los años de crisis, una opción que pocas empresas consideraban. Pero, junto con la mejora de la economía global y la evolución del propio sector de la aviación privada, desplazarse en un avión privado se ha convertido en algo accesible para muchas entidades. Además de ser un añadido nada desdeñable para conseguir el efecto wow! en un viaje de incentivo. Y es que actualmente es posible desde privatizar un avión completo a simplemente reservar un asiento en una de las rutas disponibles.

En el caso de grandes compañías cuyos directivos hacen desplazamientos frecuentes, comprar una aeronave puede resultar rentable a largo plazo. La oferta de empresas aeronáuticas como Embraer, Bombardier, Cessna o Airbus es amplia, con jets cada vez más lujosos, cómodos y rápidos. Butacas y sofás de cuero, baños de mármol con ducha, teatros con pantallas gigantes… no se escatima en ningún detalle para ofrecer la experiencia de viaje más exclusiva. Por otro lado, la ventaja de disponer de transporte aéreo propio en cualquier momento permite decidir rutas y horarios, e incluso hacer varios trayectos con las escalas deseadas en un mismo día.

En cuanto al precio, la aeronave más asequible actualmente, el Cirrus Vision Jet, ronda los dos millones de dólares, pero el coste se puede disparar hasta los cien millones, además del gasto en mantenimiento.

Opciones más asequibles

Empresas como NetJets ofrecen la posibilidad de adquirir una fracción del servicio, a una fracción del precio. El sistema de propiedad compartida presenta las mismas ventajas que la posesión de un jet propio con beneficios adicionales, ya que la empresa no tiene que pagar por el mantenimiento, el reposicionamiento de la aeronave o la contratación de plantilla. La inversión le da derecho a un número de horas de vuelo en un determinado tipo de aeronave, con la opción de pagar por un upgrade si requiere un servicio superior. Otra opción común, sobre todo en incentivos con un toque de exclusividad, es la de alquilar un jet privado para un desplazamiento concreto. Existen brokers especializados en la contratación y gestión de vuelos chárter a nivel mundial, como Victor, PrivateFly o la española Europair.

El cliente sólo tiene que especificar sus necesidades en cuanto a fechas, destino y número de viajeros, ya sea por teléfono, online o a través de una aplicación móvil, para analizar todas las opciones disponibles comparando precios y servicios antes de confirmar la reserva.

La principal ventaja de este tipo de proveedores es la extensa red a la que tienen acceso, permitiendo encontrar vuelos en todo el mundo y con el mejor precio. Victor, por ejemplo, recopila datos de 7.000 aeronaves en 40.000 aeropuertos a través de 200 operadores asociados.

Vuelos vacíos

Cada vez hay más jets privados en el mundo, pero la realidad es que en el 40% de los casos los aviones vuelan vacíos mientras regresan a su base tras dejar a un cliente o realizan un trayecto de tránsito para recoger a un pasajero en otra ciudad. Es lo que en la industria se denomina empty legs o trayectos vacíos.

Empresas como la europea Cojetage controla estos vuelos vacíos y los pone a disposición de los viajeros interesados a través de su web y app. Los clientes pueden reservar el avión completo o un solo asiento, compartiendo en ese caso el vuelo con otros clientes, a un precio hasta un 75% inferior al de un chárter privado.

El único riesgo es la posibilidad de cancelación por parte del dueño del aparato si éste reclama la aeronave para su uso personal. Otra desventaja es que no siempre estos trayectos vacíos siguen las rutas que los clientes necesitan. Por eso Stratajet ofrece la opción de reservar un asiento en rutas cercanas, que se desvían ligeramente para hacer escala en el destino deseado.

JetSmarter, que opera principalmente en Norteamérica y algunas rutas europeas, es un servicio similar basado en la creación de una comunidad exclusiva, una suerte de Über de la aviación privada. Pagando una tasa de admisión y una cuota anual, los socios tienen derecho a un número determinado de millas aéreas y pueden reservar asientos en las rutas vacías disponibles en reactores que compartirán con otros miembros.

Muchos usuarios defienden que este tipo de viajes supone una oportunidad de networking al más alto nivel. También la posibilidad de generar una impresión positiva ante colegas o clientes, ya que se pueden añadir invitados o crear su propio vuelo chárter, ofreciendo los asientos a otros miembros.

Surf Air también ofrece membresía a un club en el que los socios pueden tener acceso a un número ilimitado de vuelos en jets mediante el pago de una cuota anual.

Del mismo modo que Über revolucionó el sector del taxi y Airbnb el del alojamiento, estos proveedores aplican los beneficios de la economía colaborativa al sector de la aviación privada. Contribuyen a una reducción de los precios que hacen que el usuario final se plantee opciones que antes parecían inalcanzables.

Si a eso se añade que la crisis ha pasado y las empresas ya no tienen el imperativo de evitar todo lo que parezca ostentoso, además de ser valorado todo lo que redunde en una mejor experiencia para el pasajero, está claro que la aviación privada está llamada a ser un lujo, quizá no al alcance de todos, pero sí al de muchos.

Para este tema hemos entrevistado a:

Sergey Petrossov
CEO de JetSmarter
“Permitimos a entidades con menos recursos acceder a algo que parecía imposible”

Descargar PDF.

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